Canadá, 2ª parte: Québec





Y continuamos nuestro recorrido por Canadá con la visita de la ciudad de Québec.
(si queréis ver la primera parte de las "crónicas viajeras", sobre Montréal, está aquí )



De todas las ciudades que he visitado en este viaje, Québec es mi favorita. Y es que, aunque me gusta la arquitectura moderna, prefiero las ciudades que combinan modernidad y tradición, cosa muy difícil de encontrar en Norteamérica.


Québec tiene esa combinación, y, además, posee un encanto especial. Aunque la influencia francesa es clarísima, al mismo tiempo tiene un estilo único. Es muy europea, pero con un aire diferente.


Eso sí, si en la entrada anterior hablaba del frío, aquí tengo que seguir con el mismo tema, puesto que Québec es aún más fría que Montréal (que ya es decir). No es nada extraño que en invierno se den temperaturas de 20 o 25 grados bajo cero; cuando nosotros llegamos (mediados de octubre) las obras andaban a ritmo frenético puesto que la temporada de construcción terminaba a final de mes: a partir de noviembre, ya no se puede construir porque, entre otras cosas, habría problemas para que fragüe el cemento.
A nosotros, como podéis observar, ya nos nevó, aunque no fuera una nevada espectacular.



Algunos datos históricos: Québec fue fundada en 1608 por Samuel de Champlain, explorador, militar y diplomático francés que fundó la colonia de la Nueva Francia (que llegó a extenderse por lo que ahora es el este de Canadá y centro-este de Estados Unidos, hasta Louisiana)
Es este señor de la estatua.



Es la única ciudad fortificada de Norteamérica (salvo algunas ciudades de México, como Campeche). El casco histórico de la ciudad se encuentra dentro de la zona amurallada. Y, en lo más alto, dominando la ciudad, está el Castillo Frontenac (Château Frontenac).


Actualmente es un hotel de lujo, desde finales del siglo XIX, y fue construido cerca del lugar que ocupaba otro castillo, que fue residencia de los gobernadores franceses hasta que quedó muy dañado tras el sitio de Québec, en 1775.



Ese antiguo castillo se situaba en lo que hoy es la Terraza Dufferin, un paseo de madera con unas fantásticas vistas al río San Lorenzo, en el que nos encontramos también con los cañones que, en su día, defendían la ciudad.



El casco histórico de Québec se compone de dos partes: la parte baja o "Basse Ville", en la que se encuentran situados el viejo puerto, el barrio Petit Champlain y la Place Royale, y la “Haute Ville” o parte alta, zona en la que encontraremos la Plaza de Armas, y el ya mencionado Château Frontenac.



Ya os enseñé antes una perspectiva de la Plaza de Armas, con la estatua de Champlain. Ahora, unas imágenes nocturnas de la misma zona.



La iluminación de las casas es de lo más colorista:


Québec es una ciudad para pasear. Como mejor podemos apreciar su atmósfera única es callejeando; eso sí, el desnivel entre la ciudad alta y la baja es grande, hay muchas cuestas y escaleras. Esta es una perspectiva tomada desde la parte más baja:



Pero no os preocupéis: si os cansáis mucho y no tenéis ganas de subir escaleras, hay un pequeño funicular que os llevará desde la parte baja a la ciudad alta. No recorre mucha distancia, y el viaje es cortísimo, pero os ahorraréis la cuesta. No es muy caro, y los niños que midan menos de 1,17 metros y los que van en silla de ruedas viajan gratis.
Ésta es la vista desde el funicular.



Lo recomiendo para la gente que, como yo, tenemos algún problemilla al subir escaleras o cuestas.


Vamos a dar una pequeña vuelta por el casco antiguo, recorriendo el barrio de Petit Champlain y la Place Royale. En esta plaza se estableció el primer asentamiento francés permanente en América.
Y es un sitio lleno de encanto:



Si sois amantes de las piedras y minerales, en esa casita con el tejado rojo tenéis una tienda que es un auténtico paraíso: "Geomania". En ella se pueden  comprar joyas en plata y oro con piedras preciosas y semipreciosas, y también minerales, fósiles...
A mí me encantan las piedras desde muy pequeña, así que me traje alguna (eso sí, de tamaño moderado, para no aumentar mucho el peso del equipaje, jajaja).


En esta plaza también se encuentra la iglesia de "Notre Dame des Victoires", que, según dicen, es la iglesia de piedra más antigua de Norteamérica (fue construida en 1688). Aunque no tengo claro si en México habrá alguna más antigua...



Y seguimos callejeando por la ciudad baja y el barrio Petit Champlain. La zona es muy agradable, y está llena de tiendecitas, bares, pequeños restaurantes...



Como ya habréis visto más arriba, hay muchas fachadas pintadas con curiosísimos trampantojos. En éste se representan personajes de la historia de Québec, mezclados con gente "corriente" de hoy en día.

Yyyy... como siempre digo, habrá que comer, que con tanta subida y bajada es necesario reponer energías.
En la parte alta de la ciudad comimos en un restaurante llamado "Aux Anciens Canadiens". Está en la Rue Saint Louis, muy cerca del monumento a Champlain y del Château Frontenac, y está especializado en cocina tradicional de la región de Québec.


Es una cocina con mucha tradición francesa, y contundente (como corresponde a la temperatura de la zona, jejeje), aunque el restaurante tiene también opciones vegetarianas. Nosotros probamos la "bisque de homard" (una sopa cremosa de langosta), los "escargots, la suprema de pollo, el "filet mignon", sopa de cebolla, y, cómo no, la "poutine". Todo muy rico.
(Aclaro, éramos 12 personas comiendo, que acabo de leer lo que he escrito y parece que nos comimos todo eso entre dos, jajajaja).


("Halloween" todavía no había llegado, pero había calabazas por todas partes, jajaja.).

Muy cerca de este restaurante (en la misma calle, pero en la acera de enfrente, y aún más cerca del Château Frontenac), y para los amantes del arte y la artesanía tradicional, nos encontramos con una tienda-galería especializada en arte inuit, la "Galerie Brousseau". Tienen piezas muy interesantes, y al alcance de todos los bolsillos. Pero tened cuidado: los propios empleados de la tienda os advertirán de que, si compráis alguna pieza hecha en marfil, podríais tener problemas en la aduana, puesto que su exportación está prohibida, y que igual no os dicen nada, pero que, si os la ven, es posible que os la confisquen. Así que nosotros compramos una escultura de piedra, que ésas no ocasionan ningún problema.


Otro restaurante en el que comimos, un poco más alejado del centro histórico, es el "Cosmos". Muy bueno para comida rápida, y con raciones muy grandes. La foto de la "poutine" que aparece en la entrada anterior pertenece a este restaurante.
Si a estas alturas estáis hasta los mismísimos de "poutine", o no queréis engordar, hay también tartar de carne, salmón y atún, y ensaladas (gigantes, eso sí; mejor para compartir).

En las afueras de la ciudad, a muy pocos kilómetros del centro, un lugar que no os debéis perder es las Cataratas Montmorency, situadas en el parque de su mismo nombre.



El agua cae a un remanso del río San Lorenzo desde una altura de 83 metros, mayor que la de las Cataratas del Niágara (de las que ya hablaré en otra entrada)



En invierno, se congelan totalmente. Pero nosotros fuimos en octubre, y aunque ya empezaba el frío, las temperaturas no eran, ni de lejos, tan bajas como para helar las cataratas.

Un puente colgante cruza por encima de las cataratas. No es de los que "da miedo" cruzar: no se mueve, ni da sensación de inestabilidad (os lo aseguro, porque yo soy de lo más cobarde para ese tipo de puentes, y no me produjo ninguna sensación de nervios ni de angustia cruzarlo).


A estas cataratas se puede subir por una escalera de 487 escalones, con unas vistas fantásticas. Nuestro plan era llegar hasta ellas en coche (bueno, en nuestro minibus) y bajar andando hasta Québec, disfrutando del paisaje, hasta su base. Pero esa noche había nevado, y las escaleras tenían hielo, lo que hacía el descenso bastante peligroso...


Por lo tanto, nos dedicamos a hacer una pequeña caminata por el parque.



Es un paseo altamente recomendable, y se pueden elegir distintas rutas para andar o montar en bicicleta (en general, bastante accesibles).


La combinación de los colores del otoño con las primeras nieves es espectacular.


En este lugar se mezclan todos los colores del otoño-invierno. Algunos árboles conservan aún sus hojas verdes; en otros, el follaje ya ha adoptado un tono rojizo o amarillo, según la especie; y el blanco de la nieve empieza a cubrir el suelo.


Un precioso lugar donde disfrutar de la naturaleza, y muy cerca de la ciudad.
También se puede acceder en teleférico o en autobús público, para los que no tengan ganas de subir escaleras o prefieran hacer el recorrido a la inversa, como era nuestra intención inicial. Pero el teleférico no funciona en invierno.

También cerca de Québec, a unos 5 kilómetros aproximadamente, nos encontramos con la Isla de Orléans, en el río San Lorenzo, a la que se accede por un puente que es su única vía de comunicación terrestre. En ella podremos descubrir la vida campestre de la zona, con pequeñas granjas, campos de fresas y otros frutos rojos, queserías y sidrerías artesanas, y unas cuantas aldeas.
Nosotros visitamos una sidrería tradicional, la sidrería Berger-Bilodeau, en la que nos mostraron el proceso de elaboración de la sidra de hielo, que se elabora con manzanas congeladas, o bien congelando el zumo que previamente se ha extraído de esas manzanas. Con esa sidra (que está buenísima), además, se preparan otros productos, como gelatinas y mermeladas de sidra, y también la utilizan para mostazas aromatizadas y patés.



En toda esta región se elaboran unos patés deliciosos. Nosotros nos trajimos algunas tarrinas, y algunos compraron sidra también.


Y, por último, os contaré una visita curiosa: la reconstrucción de un pueblo tradicional de los indios hurones, en la reserva india de Huron-Wendat (también muy cerca de Québec). Pinchando aquí veréis su página web.


En ella, guías nativos explican la historia y la forma de vida tradicional del pueblo hurón, mientras se hace un recorrido por los distintos lugares de interés que existían en los poblados tradicionales: las cabañas largas o casas comunes de varias familias, las tiendas de purificación, los totems...


Es interesante y didáctico, aunque produce una ligera sensación de "parque temático" para los turistas. Pero es recomendable visitarlo, y, si se viaja con niños, resulta una actividad entretenida para ellos.



Aquí tenéis un totem:





Otros rincones del poblado.



Un secadero tradicional de pescados:



En su tienda venden artesanía auténtica de los pueblos nativos americanos, de gran calidad (y más cara, aunque merece la pena), y también recuerdos más baratos (probablemente no fabricados por los indios americanos, sino por los naturales de cierto país asiático, jajaja).



Con los hurones os dejo por hoy, hasta la siguiente crónica viajera. Espero que os haya gustado.

Comentarios

  1. Que bonito , me encantaria ir, gracias por compartir besitos

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  2. Qué sitios tan bonitos!!! Tus reportajes son espectaculares, con unas fotos preciosas.
    Besitos guapa.

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  3. Marga eres una trotamundos de alto estanding, jajaja. El reportaje te ha quedado espectacular, cada vez lo haces mejor, esto de las guías turísticas no se te da nada mal, jajajaja, al menos sabemos que todo lo que cuentas es real, y si alguna vez puedo volver a viajar más allá de nuestra frontera, tendré como referente tus recomendaciones.
    Me alegra que lo hayáis disfrutado.
    Besos.

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    1. Jajajaja, Concha, doy fe de que es real, y si algo no me gusta, o si en algún restaurante me pegan una "clavada", lo cuento.
      Un besote, y gracias.

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  4. Hola Marga. Estupendo reportaje con unas fotos maravillosas. Gracias a tus viajes somos conocedores de unos lugares que de otra forma sería imposible ver. Aunque sea a través de fotos nos hacemos una idea de lo bonitos que son. Me han encantado.
    Un abrazo.

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  5. Sueño desde años ir de viaje a Canadá pero siempre se postpone este viaje (aunque no me queje que otros preciosos hemos hecho) y con estas crónicas tuyas me haces soñar ;o)
    Me encantaría ir en primavera para ver como colectan el sirope de arce... entre mil otras cosas jajaja Pero el fallo es que con el cole no hay quien se marche en el momento justo...
    Gracias por compartir estos preciosos viajes!
    Besos,
    Palmira

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    1. Del sirope de arce contaré algo en la próxima entrada, jejeje. Un beso.

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  6. Tus viajes siempre están bien narrados y mejor ilustrados, parece que conociéramos el lugar a través de ti. Alguna vez me gustaría acompañarte, tus excursiones son una maravilla.
    Bss

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    1. Gracias, guapa. Tenemos la suerte de que un amigo es dueño de una agencia de viajes, y se encarga de organizar un viaje un poco "especial" todos los años.
      Así que ya sabes, si te quieres apuntar... ;)
      Besos.

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  7. Qué preciosidad de lugar Marga ¡qué viaje más chulo! BSS guapísima !!

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  8. Pero que preciosidad de viaje muero de amor con las fotos y con lo bien que nos cuentas todo siempre es como si hubiera estado alli contigo cosa que no me gustaria mas si pudiera ser posible.
    Muchas gracias por compartir una vez mas vuestro viaje con nosotros.
    Bicos mil y feliz finde wapisimaaaaa.

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