Brasil (IV): Chapada Diamantina




(Pozo Encantado)

Seguimos confinados, por nuestro propio bien y por el de todos.
Y, aunque dudé si publicar esta entrada, al final decidí hacerlo; quizá un pequeño viaje virtual no sea mala idea para evadirnos un poco en estos días, en los que no podemos salir de nuestras casas.
Sólo espero que esto concluya lo más pronto posible, y que estéis todos bien, así como vuestros seres queridos. Cuidaos mucho.
Y vamos a concluir las crónicas viajeras brasileñas con un recorrido por la Chapada Diamantina, zona de la que confieso que no había oído hablar en mi vida hasta que se empezó a preparar este viaje.
Se encuentra en el interior del estado de Bahía, a unos 400 kilómetros de Salvador de Bahía. Su nombre se debe a su configuración geológica: una “chapada” es una formación rocosa elevada cuya parte superior está aplanada por causa de la erosión, y ésa es la forma que tiene la Chapada Diamantina, una llanura elevada (está a más de 600 metros de altitud), en la que también encontramos configuraciones rocosas más altas, con las cimas aplanadas.


(Subida al Morro do Pai Inácio)

Esta configuración hace que el clima sea algo diferente al de las otras zonas de Brasil que habíamos visitado antes: es bastante más seco, y, teóricamente, algo más fresco, aunque nosotros llegamos en medio de una pequeña ola de calor (en torno a 35º). Normalmente, según comentan, tiene una temperatura más estable, sobre 25º.


(Camino del Pozo del Diablo)


La vegetación, consecuentemente, es también muy distinta a la de otras zonas de Brasil, y más propia de este clima cálido y seco.

Y lo de “Diamantina” se debe a que ha sido una zona tradicionalmente rica en diamantes y otras piedras preciosas y semipreciosas, y a la que acudían aventureros en busca de esos “tesoros”. Actualmente, no esperéis encontrar diamantes, pero sí muchos cuarzos, amatistas, y otros minerales y rocas, que, en general, podréis comprar a buen precio si os gustan, como a mí, las piedras.
Para llegar, hay un pequeño aeropuerto local, pero la mayor parte de la gente se desplaza en coche o autobús desde Salvador (se tardan unas 8 horas, con una pequeña parada para reponer fuerzas, porque las carreteras no son demasiado buenas).
El centro de operaciones está en el pueblo de Lençóis. 



De allí parten las excursiones a los distintos puntos del Parque Nacional de Chapada Diamantina, por este motivo se encuentran situadas allí la mayoría de las agencias de turismo, hoteles, “hostels” y alojamientos turísticos.

Nosotros viajamos con todo contratado desde España, pero quienes viajan más “por libre” encontrarán en Lençóis muchísimas agencias, excursiones y guías de turismo. Porque, eso sí, no se recomienda aventurarse por las distintas zonas del parque solo: hay rutas complicadas, y en general no están muy bien señalizadas, por lo que ha habido casos de gente que se ha perdido, a veces con consecuencias trágicas.



El pueblo de Lençóis es encantador, con sus calles empedradas (llevad calzado cómodo, aunque sólo salgáis a tomar una cerveza) y sus casas pintadas de blanco y de colores. De día, está “muerto”: sus calles se ven vacías, salvo la farmacia, algunos comercios y las agencias de turismo. 



Pero en cuanto cae la tarde, y de noche, cobra vida, y abren las puertas decenas de bares, pequeños restaurantes, tiendas de artesanía, minerales y recuerdos, puestecitos de bebidas, bisutería, ropa…
Todo ello, amenizado con música en vivo (hay muchos músicos y cantantes que actúan en las terrazas de los bares).




Eso sí, es un plan más bien tranquilo, no se trata de un lugar de “marcha hasta las tantas”.
Estad preparados para los apagones totales: con frecuencia, se va la luz en todo el pueblo. Pero debe de ser algo de lo más normal, porque la población local ni se inmuta: siguen tranquilamente sentados en las terrazas con su cerveza o caipirinha.
Las cenas las hicimos, algunas en el restaurante del hotel, y otras en alguno del pueblo. Uno de ellos, el restaurante "Bodega" (no tiene página web), con buenas pizzas, carne aceptable, y ambiente entretenido. Hice una foto a este cartel de la pared, que tiene su gracia (y tiene razón, jajaja).


Nosotros nos alojamos en el Hotel Canto das Aguas, que es un sitio muy especial, situado en la orilla del río Lençóis.



Un lugar relajante, muy ecológico, con unas habitaciones amplias y cómodas, un buffet de desayunos espectacular en calidad y variedad (salado, dulces, frutas, zumos...), un restaurante estupendo (con unas curiosas servilletas bordadas con frases diferentes)...


... y una bonita y agradabilísima piscina, que "copia" la estructura del río cercano,  donde relajarse, bañarse o tomarse una caipiriña (o todo junto).



También dispone de instalaciones para masajes. El hotel se encarga de reservar la sesión de masaje con distintos profesionales, y, según los que utilizaron este servicio, es muy recomendable (yo, esta vez, no me di masaje).

En el hotel vendían estas velas, o mejor dicho, portavelas hechos con cera y ramitas, muy curiosos.

Ésta es la vista del pueblo, y del río Lençóis, desde el hotel.



La Chapada Diamantina y su Parque Nacional son muy extensos. Nosotros sólo estuvimos 4 días, contando el de nuestra llegada, y no pudimos recorrer la zona entera. 

(Vista de Lençóis, desde el río).

Eso sí, antes de entrar en el relato de nuestras visitas, tengo que hacer una pequeña advertencia. Cuando empecé a buscar información de la zona, antes de ir, me sorprendió comprobar que la mayor parte de las crónicas eran, en general, de viajeros de aventura, senderistas expertos, muchos mochileros... Y es que, aunque es una región maravillosa, tiene sus dificultades.
En esas crónicas os lo pintarán todo facilísimo, pero hay que partir de la base de que se trata de gente de unos 30-35 años máximo, en forma, acostumbrada a ese tipo de turismo, y al que las rutas le parecen, en general, muy sencillas. Pero, para el público en general, NO lo son, con alguna excepción. Son duritas.


(Camino del Pozo del Diablo)

No esperéis, en general, encontrar caminos fáciles y señalizados. Hay que caminar por zonas de rocas, en algunos casos, empinadas. Hay que bajar a cuevas y pozos.
Con esto no os digo que sea un lugar a evitar. Todo lo contrario: merece mucho la pena. Pero sí os advierto de que hay que tener una mínima forma física, tener cierta costumbre de andar, y que, si tenéis vértigo, os da miedo la oscuridad, o sentís claustrofobia en una cueva, debéis evitar según qué lugares. 


(Interior de la cueva de Lapa Doce)

Yo suelo andar mucho (eso sí, en plano).Pero, como no estoy delgada y, por causa de una medicación que he de tomar necesariamente, padezco de dolores en las articulaciones, hubo algún tramo en el que lo pasé mal. Pero sí, se pueden hacer las rutas, con calma, voluntad y alguna ayuda de los compañeros y guías.
Nuestro primer día fue bien completito. Lo iniciamos con un recorrido a lo largo del Río Mucugezinho, hasta el Pozo del Diablo.


Como casi siempre, al inicio de todas estas rutas suele haber un pequeño bar con baños, y alguna pequeña tiendecita de recuerdos y minerales.


La primera parte del recorrido es relativamente sencilla, y desemboca en una pequeña piscina natural, con aguas rojizas, pero limpísimas (el color se debe a los minerales disueltos en las aguas). Al lado, hay un pequeño bar (es más bien un chiringuito de madera, pero también se puede comer algo).


La parte del fondo es más profunda.
Esta zona es de más fácil acceso, así que mucha gente de los pueblos cercanos baja a bañarse aquí. Eso sí, parece ser que -afortunadamente- no permiten reproductores de música, con lo cual se puede estar relativamente tranquilo (en Colombia era horrible), pero a partir de las 11 de la mañana suele estar bastante lleno.
Y a partir de aquí se inicia un bastante más complicado camino, por piedras, hasta el pozo del Diablo. 

Como veis, no hay senda: son piedras.
Y aquí llegamos al pozo del Diablo, con una cascada de 20 metros de caída del agua. Aquí se puede tomar un bañito.


Después de desandar el camino y volver al autobús, nos dirigimos a la gruta de Lapa Doce.
Esta cueva, o conjunto de cuevas, ocupa más de 28 kilómetros, de los que sólo son visitables 850 metros. 
El paisaje en la superficie es bastante árido, con vegetación característica de zonas secas. Aquí podéis ver un árbol centenario, característico de la región, llamado "umbuzeiro"


Antes de bajar, hay que firmar una hoja de "consentimiento", indicando que conoces los riesgos, y declarando que no tienes claustrofobia, ansiedad, o miedo a la oscuridad. Y te proporcionan un casco y una linterna de cabeza.
La bajada es pronunciada, pero sencilla, por unas escaleras rústicas.


No se permite la entrada a la gruta de grupos grandes, hay turnos para bajar, y se forman grupos pequeños, con guía.
Aquí podéis apreciar el pronunciado descenso hacia la cueva.


Y ésta es la entrada (vista desde dentro de la cueva).


Cuando nos hemos adentrado lo suficiente en la cueva como para que no entre la luz del exterior, se apagan por unos minutos todas las linternas... y, verdaderamente, impresiona la total oscuridad.
Al caminar por la cueva, nos vamos encontrando con distintas formaciones de estalactitas y estalagmitas que surgen del techo, suelo y paredes.

Esto parece una cascada que se hubiera congelado...


Esta excursión no es complicada, salvo que se tenga miedo a la oscuridad o se sienta un cierto agobio.
A la salida, aprovechamos para comer en un pequeño restaurante que hay junto a las taquillas. Es un buffet que sigue el sistema de cobrar "al peso": es decir, descuentan el peso de los platos (que, obviamente, es siempre el mismo) y cobran según lo que pese la cantidad de alimentos que te hayas servido. No estaba mal, había platos curiosos, como el cactus (que me supo a "verdura" indeterminada). Y, aparte, cobran los postres (helados, fruta) y los cafés y bebidas extra.
En esta parte del viaje, nos encontramos con este sistema de buffet en casi todas las excursiones.

De allí nos dirigimos a la Fazenda Pratiña, donde se encuentran el río y la gruta del mismo nombre. Esta parte nos pareció la más "turística" de la zona (eso sí, el acceso es muy sencillo). Quizá estábamos ya demasiado mal acostumbrados, por haber ido a zonas menos accesibles y tranquilas. Pero, para gente con niños pequeños, o que no tenga ganas de saltar por las rocas, es una buena opción.



Se puede nadar, hay una pequeña tirolina (que no utilizamos), y también está cerca la "Gruta Azul", pero no la visitamos por falta de tiempo y porque nos dijeron que, en lo que respecta a grutas azules, merecían más la pena el Pozo Encantado y el Pozo Azul, a los que iríamos el último día.
Y, como punto final de la excursión del día, nos encaminamos al Morro de Pai Inácio.

La carretera nos lleva hasta el punto de arranque de la subida, donde se paga la entrada (también con un pequeño chiringuito de bebidas, recuerdos y minerales). Y, en este punto, las fotografías ya no son mías, sino de mis amigos (salvo la de la puesta de sol). No subí, por miedo a bajar sin luz.
Y es que una de las "gracias" del asunto es ver la puesta del sol desde lo alto del morro. Precioso, sí, pero la bajada es muy empinada (podéis ver el comienzo en la foto del morro que puse al principio de la entrada). En subir se tarda unos 20-30 minutos (en bajar, más o menos lo mismo), pero bajar cuando ya está oscureciendo es un poquito delicado, y yo no soy buena para ese tipo de rutas, así que preferí abstenerme.

Según cuentan las leyendas de la zona, el morro debe su nombre a "Pai Inácio", que era un esclavo negro que se enamoró de la hija de su dueño, un rico hacendado que también se dedicaba al comercio de diamantes. Cuando el amo se enteró del asunto, no le hizo, precisamente, gracia, y ordenó que lo mataran.
Pai Inácio, ante tal situación, huyó al cerro, perseguido por los hombres que envió su amo, que lo acorralaron. Ante lo cual, aparentemente, se lanzó al vacío con un paraguas.
Como vieron el paraguas volando solo, dedujeron que se había matado, aunque no encontraron su cadáver. En realidad, Pai Inácio no había saltado, se había escondido en una roca a pocos metros de la cima, y, desde allí, volvió, se llevó a su enamorada, y ambos huyeron, llevándose un montón de diamantes y joyas de su padre. 
A saber qué hay de cierto en toda esta historia... pero es curiosa.

Como digo, contemplar la puesta del sol desde lo alto del morro es espectacular, pero no os demoréis demasiado, porque se os puede complicar la bajada muchísimo si no hay luz.

El segundo día, nos movimos por la zona cercana al pueblo de Lençóis, el Parque Municipal de Muritiba, en las orillas del Río Serrano.


La caminata arranca desde el pueblo de Lençóis, y tiene algunos tramos un poco complicadillos para los no expertos en senderismo, o de tobillos inseguros -como yo-, básicamente porque, más que por caminos, te mueves por piedras.


Nos encontraremos con un paisaje espectacular: cascadas y pozos como el "Pozo Halley", rocas de color rosado, y un curioso laberinto de rocas y arenas conocido como "Salón de Arenas Coloridas", que es éste:



Esta roca está también en la parte externa del "Salón".



Aquí veis alguna de las cascadas:


Y aquí, otra cascada, con pozos para bañarse y aprovechar el "masaje" que proporciona el agua que cae (hay muchas fotos que lo demuestran, pero son todas, lógicamente, con personas en bañador, y no se pueden subir, jajaja).



Uno de los pozos en los que se puede tomar un refrescante baño, visto desde más lejos:


Y aquí tenéis el Mirador, punto más alto del parque, desde donde se contempla una vista panorámica del pueblo de Lençóis y sus alrededores.



Al igual que en toda esta región, recomiendo ir con guía. En muchas partes, no hay un camino definido, se anda sobre rocas, y puede ser muy fácil despistarse.



Ese día comimos en el pueblo, en otro buffet "al peso". Y, como la caminata de la mañana había sido un pelín "rompepiernas", la mayor parte del grupo, salvo la "juventud" y algún que otro (a) más talludito, pero muy en forma, omitimos la excursión a otra cascada por la tarde, y preferimos optar por el relax en la piscina del hotel (caipirinhas incluidas) o por un masaje.

Y, el último día, nuestra excursión incluía el Pozo Encantado y el Pozo Azul. Empezamos por el Pozo Encantado.

Es uno de los atractivos turísticos más impresionantes de la Chapada. Para acceder a él hay que bajar una escalera con pendiente, aunque no excesivamente difícil (eso es sólo el principio).
También aquí, a la entrada, y junto a las taquillas, hay un bar y una tienda de artesanías y recuerdos.
A mí me habían hablado sólo de la escalera, por lo que me sorprendió un poco que nos dieran un casco y una linterna... hasta que llegué a la entrada de la gruta.


(En este momento, yo cantaba hasta "Soy Minero" en plan de cachondeo... no sabía lo que me esperaba, jajaja).

Hay que bajar unos 80 metros, con una pendiente pronunciada, rocas y escalones irregulares (más rocas que escalones), y todo ello mientras vas observando el hueco del pozo, y el lago, de unos 60 metros de profundidad,  al fondo, con una caída de bastantes metros. No es que sea de una inmensa dificultad, pero impresiona.
¿Que por qué os cuento esto?. Porque a mí, en mitad de ese descenso, me entró un terrible ataque de pánico, y me bloqueé.
Me ayudaron, afortunadamente, a terminar el descenso y llegar a una zona más amplia de la cueva, en la que se puede uno sentar en las rocas y admirar el intenso color azul del pozo (y yo, a llorar un poco, que después del ataque me tenía que desahogar, jajajaja, aunque al menos pude disfrutar del lugar, y además nadie me vio porque estaba muy oscuro).



No a todas horas se puede apreciar el intenso colorido y la claridad de las aguas. La gruta sólo se ilumina durante ciertas horas de la mañana, cuando entra el sol.
Hasta los años 80, según nos contaron, se permitía bañarse en el lago; de hecho, se pueden observar los restos de una escalera que conducía hasta el agua. Ya no se puede.
A pesar de mi pánico, recomiendo totalmente la visita, y me alegré mucho de haber podido bajar. Eso sí, ya sabéis cómo es la entrada, no os pillará de sorpresa como a mí. 
La visita también se hace en grupos pequeños, y no se permite el paso de niños menores de 12 años (cosa que me parece estupenda,  y comparto plenamente, sería peligroso para ellos).
Y ésta soy yo, saliendo de la cueva. Creo que mi fantástico careto lo dice todo, jajajaja.



Y nuestra última visita de Chapada y de Brasil fue el Pozo Azul. Otro lugar absolutamente espectacular.
Para llegar hasta allí, hay que atravesar un puente que, por lo visto, no aguanta el peso del monovolumen con unas 15 personas dentro, jajajaja... 
Así que hubo que bajarse, pasarlo a pie, y esperar a que lo atravesara el coche sólo con el conductor.


Y, después de un corto recorrido por una carretera de tierra, se llega a la entrada del pozo (zona que estaba en remodelación cuando fuimos, en octubre de 2019), en la que hay un restaurante, llamado "Dona Alice", donde comimos un buffet similar a los que ya os he comentado, y que tiene una parte exterior con mesas en las que pudimos dejar nuestras cosas, al cuidado de los guías. 
Porque al pozo es mejor bajar con lo mínimo imprescindible. De hecho, se suele bajar en bañador, con calzado adecuado para el descenso, y con una pequeña riñonera o mochila para guardar cámara de fotos, gafas, y lo estrictamente necesario).
Con la entrada te facilitan unas gafas de snorkel y el chaleco salvavidas. Y antes de bajar hay que ducharse, porque no puedes bañarte con crema en la piel -ni siquiera protector solar-para no contaminar las aguas.


La bajada es algo más sencilla que la del Pozo Encantado: eso sí, las escaleritas de madera que hay que descender al final dan un poco de impresión. Al subir, no importa, pero al bajar, como vas de cara al pozo, se te encoge un poco el estómago. Nada recomendable para quienes padezcan de vértigo.
Se permite la entrada en grupos de 12 personas, y puedes permanecer en el pozo una media hora.


Es obligatorio el uso de chalecos salvavidas, porque no se permite tirarse al agua ni nadar, para no enturbiar las aguas.
Dicen que hay peces y crustáceos, pero hay que tener muy buena vista para verlos, y yo me tuve que bañar, lógicamente, sin gafas, así que ni uno vi, jajajaja.
Flotar en esas aguas produce una sensación muy especial, de relajación y paz.


Las fotos, en general, quizá por la falta de luz, y porque nadie quisimos bajar una cámara demasiado grande, no son excesivamente buenas. Se hicieron con móviles, que suelen hacer unas fotos estupendas, pero las del Pozo Azul, realmente, no consiguen transmitir lo impresionante del lugar.
Pero, bueno, nos hacemos una pequeña idea...



Y con el Pozo Azul llegamos al final de la entrada, y del viaje a Brasil. Mucho me temo que este año, con el coronavirus, no tendremos viaje: si conseguimos hacer uno por España me sentiré muy afortunada (y haré la crónica, por supuesto).
Espero que os haya gustado, y os haya entretenido, en especial en estos días de confinamiento. Aquí os dejo con la bebida nacional de Brasil, la caipirinha. ¡A vuestra salud!.


Y, como despedida, este pequeño vídeo de Chapada Diamantina, un breve resumen en imágenes de una región impresionante.


Comentarios

  1. Hola guapa que bien viene estos relatos y fotos , asi se hace mas a menos este confinamiento besitos cuidate

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    1. Muchísimas gracias, guapa, me alegro de que te haya gustado.
      Besos, y mucho ánimo.

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  2. Gracias Marga por esos minutos en los que me hiciste volar la imaginación con las fotos y lo bien que lo plasmas😏, un viaje precioso 👌besinos wapa
    Yomequedoencasa

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    1. Gracias, guapísima, me alegro de que te haya entretenido un rato. El viaje fue muy chulo, sí.
      Besotes, y a quedarse en casa...

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  3. Pues estas imagenes alegran la vista y el espiritu, me alegro que las pusieras, un viaje maravilloso que os quedrá siempre en el recuerdo.
    Besitos guapa

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    1. Gracias a ti por tus palabras. Este año me temo que nos quedaremos sin viaje, aunque eso, desde luego, es lo de menos, lo importante es que todos salgamos de ésta.
      Un beso, y a cuidarse.

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  4. Marga me encanta leerte, tus crónicas viajeras son amenas y a un nivel que yo me siento muy identificada, bueno en realidad hace unos cuantos años que no salgo de viaje por motivos que no vienen al caso, pero me encantan este tipo de aventuras intrépidas, que en otro tiempo yo también hacía, el visitar cuevas es algo fascinante, gracias por compartirlo porque sé que nunca podré verlas, y más después que has nombrado la palabra terrorífica para mí “vértigo” Jajajaja..., lo padezco desde niña, aunque a pesar de ello, he hecho cosas increíbles, pero a estas alturas de mi vida, no me siento para nada aventura, mejor en ciudad y si no es mucho pedir, que sea lo más llano posible, Jajajaja...
    Las fotos son fantásticas, incluidas las de móvil, suficiente para hacernos una idea de cuánto lo has disfrutado, me alegra por ti.
    Besos, y esperando tu próxima escapada, cuídate.

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    1. Jajajaja, yo soy tremendamente "gallina", este tipo de viajes me saca de mi "zona de confort".
      Por eso, siempre combinamos partes más tranquilas, como las de Río o Salvador, con éstas más "aventureras". Pero la verdad es que merece la pena.
      La próxima escapada temo que tardará, dadas las circunstancias, pero ahora lo importante es que todos salgamos con bien de esta situación. Después, espero, ya habrá tiempo para nuevos viajes. Ojalá, Dios quiera.
      Un besote. Y a cuidarse.

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  5. Que bello reportaje y que bellas fotos.....lo importante es tener el animo en alto.....y con este post dan ganas de viajar!!.....Abrazotes, Marcela

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    1. Muchísimas gracias, Marcela, me alegro de que te haya gustado. Sí, necesitamos mantener buen ánimo.
      Un abrazo.

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  6. Holaaa!!! como siempre me quedo embobada viendo tus entradas, gracias por ponernos un poco de vidilla en estos días tan duros, un abrazo.

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    1. Gracias a ti por leerlas. Me alegro de contribuir a "animar" un poquito estos días.
      Un abrazo, y cuidaos.

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  7. Hola Marga, qué bonita crónica de tu viaje, mira es un viaje que nunca se me hubiera ocurrido hacer, pero que después de leerte me han entrado unas ganas... leerte ha sido viajar un poquito. Por cierto hago mía la frase que estaba escrita en ese restaurante "las pizzzas.... no engordan eres tu el que engorda," ¡ja, ja buenísimo!. Cuidaros, un beso

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    1. Ya comenté en la entrada de Río que yo tampoco estaba muy por la labor de ir a Brasil, pero que me ha sorprendido muy agradablemente, es un país maravilloso, con sus "problemas" pero maravilloso.
      Y sí, jajajaja, el cartel tiene razón.
      Besos, y a cuidarse.

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  8. Marga, pues yo agradezco mucho esta entrada, porque aunque sea de manera virtual nos das la oportunidad de ver y pensar en cosas bonitas, porque con lo que está cayendo uno tiene la mente ya un poco cansada, así que genial, me encantan tus crónicas de viajes, me entran unas ganas de ir que no te imaginas

    Cuidaros mucho!!!

    Abrazos

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    1. Muchísimas gracias. Sí, creo que a todos nos viene bien desconectar un ratito, y si con esta entrada lo conseguimos, me siento muy feliz.
      Un abrazo, y a cuidarse.

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  9. Es precioso, aunque reconozco que fácil no es, con esos caminos de piedras, esas alturas... Da un poco de respeto, pero digno de ver y entre tus fotos y tu relato es casi como estar ahí, hasta agujetas noto después de andar virtualmente por esos bonitos lugares. Gracias Marga por compartirlo con nosotros.
    Besos.

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    1. Jajajaja, ya te digo yo que no es fácil, pero merece la pena. Yo soy más de rutas "urbanas", pero, en este caso, hice la excepción, y estoy muy contenta.
      Me alegro de que te haya gustado.
      Besos, y cuidaos mucho.

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  10. Menudos caminos y senderos para ver cosas tan preciosas :o) Pero el esfuerzo bien merece la pena y el color del agua en algunas fotos es sencillamente increíble!
    Gracias por compartir estas preciosas imágenes que estos días más que nunca se agradece viajar un poco con los ojos ya que no salimos ni a la calle ;o)
    Besos y cuidaos mucho,
    Palmira

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    1. Sí, y en la realidad son exactamente así de azules, las fotos no están retocadas. Impresiona el color.
      Me alegro mucho de haceros viajar virtualmente, ahora que no podemos hacerlo de otra forma, jejeje.
      Un besote, y a cuidarse todos.

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