Y continuamos con las "crónicas" del viaje a Japón. Empezamos, en esta ocasión, por Nagoya.
(Ya sabéis: las fotos se ven mejor pinchando con el ratón sobre ellas).
Nagoya es la ciudad natal del primer shogun de la dinastía Tokugawa: Ieyasu Tokugawa. Él ordenó la construcción del castillo que sería una de las más importantes residencias de su familia, pero, en la II Guerra Mundial, un bombardeo lo destruyó. Fue reconstruido en los años 50 del siglo pasado, y hoy contiene un museo que presenta colecciones de armas, cascos, armaduras de los samurais, y una recreación de las habitaciones del palacio, sobre todo la parte administrativa, como podéis ver aquí.
(No hay sillas, y las mesas son tan bajitas, porque los japoneses se sientan sobre sus talones).
Aquí tenéis el castillo.
Y aquí unos cascos samurais. El primero de ellos recuerda claramente a "Star Wars", jejeje.
Estos señores vestidos de samurais se retratan con los turistas (no os pongo mi foto porque estoy con más gente, y hay quien no quiere salir en internet, cosa que respeto)
Esta ciudad, además, es la sede de la Toyota... y, como los japoneses están muy orgullosos de sus empresas "punteras", en los viajes organizados suelen programar una visita al museo de esta empresa.
Yo no soy especialmente aficionada a los coches, por lo que no fue una de las visitas que más disfruté, está claro. Eso sí, aprendí cosas curiosas: por ejemplo, no sabía que, antes de fabricar coches, Toyota era una empresa textil.
Aparte de coches, también hacen robots, como podéis ver. Este robot toca el violín estupendamente, y tenía encantados a los niños:
El museo me recuerda otra cosa curiosa que os quería enseñar: los cuartos de baño. En Japón, los baños públicos, en general, son una maravilla. Todos limpísimos, relucientes, con W.C. de última generación, que te limpian con chorritos de agua a la temperatura que elijas, que tienen hasta un simulador del ruido de la cadena (por si hay "ruidos no deseados" que se quieran disimular), con ambientadores (que nadie roba, no como en España). Aquí podéis ver uno.
Tanta limpieza se agradece como no os podéis ni imaginar: todos los que viajamos por el mundo sabemos lo que es padecer inmundos y pestilentes retretes... que tienes que usar sí o sí, porque no hay nada mejor en muchos kilómetros a la redonda, y en los que, encima, en ocasiones hay que pagar por usarlos. En Japón, no: un auténtico lujazo.
Normalmente, los baños de señoras tienen, además de los lavabos normales, uno pequeñito, para que los niños se laven las manos.
Pero lo que ya es "lo máximo" es este artilugio. Se trata de una sillita con arnés donde la madre puede dejar a su bebé cuando ella necesite hacer uso del baño.
El niño queda sentadito, bien seguro, y la madre puede estar tranquila (éste es, precisamente, uno de los baños del museo). (Esta foto ha sido "robada" a una amiga mía, que, junto con otra, convencieron a una madre japonesa para que colocara a su niño para "ser inmortalizado", jajaja).
Y, aunque es altamente improbable que ningún familiar o allegado del chiquillo lea este blog, por si acaso, le he "pixelado" la cara...
Bueno, vamos a salir ya del W.C., y vamos a pasar a cosas más artísticas, jajaja. De Nagoya, fuimos hacia Takayama.
Esta ciudad cuyo nombre oficial es Hida Takayama, es un lugar lleno de encanto. No es muy grande, no llega a 100.000 habitantes. No fue destruida en la II Guerra Mundial, y por eso conserva intacta su parte antigua, por la que es muy agradable pasear.
Esta zona está atravesada por un río y algunos canales.
Todo, como siempre, inmaculadamente limpio, incluso las aguas del río, y sus orillas. Nada de basuras y plásticos: los únicos "objetos flotantes" eran algunas hojas secas.
Todas las mañanas hay, en esa zona, mercadillos de frutas, verduras, flores y artesanía, en los que se combinan los puestos de los vendedores con las tiendas que están situadas en las mismas calles. Encontraréis utensilios de madera, recuerdos, frutas... y gente que pasea a sus perros en sillita, como veis, jejeje... (en Japón es más frecuente que aquí).
Estos mercadillos están muy cerca del casco antiguo. La calle principal de la parte antigua se llama Kamisanno-machi, y no es la única interesante: también las calles adyacentes son muy curiosas, todas con sus casitas de madera, y sus tiendas de "souvenirs" y artesanía.
Algunas de las artesanías merecen mucho la pena: hay muchos trabajos en madera, algunas tiendas de grabados y pinturas...
La única pega es que algunas tiendas no admiten tarjetas de crédito, como una de grabados, con unos dueños muy mayores que tenían cosas preciosas.
Es una zona muy animada e interesante.
Y, como podéis ver, utilizan todavía este curioso medio de transporte, con "tracción humana":
Si tenéis la suerte de estar en Takayama el 14 y 15 de abril, o el 9 o 10 de octubre (no fue nuestro caso, llegamos algo más tarde), podréis disfrutar de sus Festivales.
Estos festivales se celebraban, el de primavera, para pedir a los dioses una buena cosecha; y, el de otoño, para agradecer la cosecha obtenida. En ellos, salen a la calle unas enormes carrozas de varios pisos, muy decoradas, algunas con marionetas, arrastradas por un montón de "porteadores" (no sé cómo llamarlos, porque no son costaleros propiamente dichos, más bien las llevan con una especie de andas).
Desfilan por la mañana y por la noche.
Aquí podéis ver este vídeo de Youtube, para que os hagáis una idea de cómo son esos festivales.
El resto del año, las carrozas están en un museo, el museo Yatai Kaikan, donde se pueden visitar, y admirar su tamaño, y la decoración.
Aquí podéis apreciar mejor su altura.
Ésta es la entrada del museo:
En él también podemos ver unas reproducciones a escala de los templos de Nikko (de los que ya hablaré en una próxima entrada). Así, si queréis ahorraros la subida al mausoleo de Ieyashu Tokugawa (200 y pico escalones de nada), lo podéis ver en pequeñito, jajaja.
No sólo de arte, arquitectura y monumentos vive el hombre, así que VAMOS A COMER. La zona de Takayama es conocida por su fabulosa carne de ternera de Hida (ése es el nombre de la raza de estas vacas). Una carne tierna y jugosa, que se deshace en la boca.
No es buey de Kobe, pero tiene también una calidad altísima, y un precio bastante más asequible que la carne de Kobe. Con la ternera de Hida, se puede uno dar un festín por un precio razonable.
Y, para degustar esta carne, os recomiendo encarecidamente el restaurante Maruaki. Tienen también carnicería (la pena es que, obviamente, la carne no nos la podemos llevar), y el restaurante es muy grande, está muy bien organizado, y la carne se disfruta y se cocina en pequeñas barbacoas de gas (una por cada dos personas) inmaculadamente limpias.
Se pueden elegir diversos cortes y precios, y todas las raciones se sirven con verduras, que también preparamos a la parrilla.
(Con la hoja de col cometimos un error: no es para ponerla a la parrilla, sino para comer los trozos de carne envueltos en ella, si nos gusta. Pero, claro, el que no sabe es como el que no ve).
Hay un tipo de carne, llamada "A5", que es realmente deliciosa (es la más veteada, que podéis ver en la primera foto).
Como en todos los restaurantes de Japón, lo normal es que en la mesa sólo haya palillos, pero disponen también de tenedores y cuchillos si se los pedimos.
No hablan mucho inglés, pero sí lo suficiente para entenderse.
Tienen página web, pero está sólo en japonés, y el traductor automático dice unas cosas rarísimas, jajaja. Así que os he dejado este enlace, en español, donde os podéis informar mejor sobre este restaurante.
También son típicos de la zona los "Soba", unos fideos fríos que se toman con un caldo (frío también). Pero no terminé de pillarles el punto, jejeje.
Y, ahora, vámonos al Japón rural. Cerca de Takayama, en una zona más montañosa, cercana ya a los Alpes Japoneses, nos encontramos con el distrito de Shirakawago.
Es una zona rural, con pequeñas aldeas y granjas, todas ellas con una arquitectura muy peculiar, como veremos (las casas tienen forma casi triangular, con unos tejados muy inclinados).
El pueblo que nosotros visitamos se llama Ogimachi. Aquí lo podéis ver, desde lo alto, en un mirador, al lado del cual comimos (por cierto, el único día en que comimos bastante regular, los demás días las comidas concertadas fueron estupendas)
Otra vista desde el mirador (que os reconozco que pongo porque las dos niñitas japonesas haciéndose un selfie me hicieron mucha gracia).
Al pueblo se llega atravesando este puente (los colores otoñales son una gran ventaja de viajar en esta época).
Este pueblo es, quizá, el más turístico de la zona. Pero permite hacerse una idea de cómo ha sido,tradicionalmente, la vida en los pequeños pueblos japoneses de la zona de montaña.
Algunas de sus casas son alojamientos (si os interesa alojaros aquí, se puede reservar a través de esta página, que está en inglés), otras son tiendas, y otras son auténticas casas de agricultores y granjeros.
Varias estas casas están habilitadas como museo etnográfico, con los muebles y utensilios característicos de la zona, y se pueden visitar.
Aquí, por ejemplo, podéis ver una habitación de la casa, con una mesa rústica (ya sabéis que se sientan en el suelo).
Y, para terminar con el recorrido de hoy, nos acercaremos a Nagano, ciudad que a muchos os sonará de los Juegos Olímpicos de Invierno de 1998. Así que, como os podréis figurar, es una zona más fresquita que las anteriores. Por esta razón, se notaban más los colores del otoño que, por ejemplo, en Kioto.
Aquí, visitamos el templo Zenkoji. Es un templo fundado en el siglo VII, que contiene la primera imagen de Buda que llegó a Japón (pero esta imagen no se ve, sino una copia: la auténtica está envuelta en telas y guardada en un arcón del templo, y nadie la ha visto desde 1700 y pico). Y es también conocido por la mentalidad abierta de sus monjes, que acogen sin problema ninguno a cualquier visitante o peregrino, sin restricciones por motivos de sexo, religión o procedencia.
Este símbolo que veis aquí no es la esvástica nazi (las aspas de la cruz están en otro sentido), sino la budista, un símbolo que utilizan los budistas, y que significa "el todo" o "la eternidad". Eso sí, reconozco que la primera vez que lo ves, impacta un poco...
... y unos niños vestidos a la manera tradicional para visitar el templo (posiblemente celebraran alguna ceremonia relacionada con haber alcanzado determinada edad).
A la salida del templo hay una calle ancha, rodeada de tiendecitas.
Y, a las afueras de Nagano, en Matsushiro, nos encontramos con la residencia de la antigua familia Sanada, una familia noble de la zona, que se la cedió a la ciudad en 1966. La casa es la única edificación que queda en pie del castillo original.
Se puede visitar por dentro (descalzos, ya que el suelo está cubierto con tatami). En este caso, sí que se puede hacer fotos, así que aquí tenéis algunas imágenes de las habitaciones.
Éste es un saloncito, con su mesa para tomar el té.
Y aquí tenéis el dormitorio (duermen en futones, en el suelo, y los hoteles tradicionales los siguen manteniendo).
Y éste es un despacho.
Como veis, la decoración es muy minimalista, pero resulta muy elegante. Lo que hay en las ventanas no es cristal, sino papel de arroz.
El castillo tiene unos jardines preciosos, de estilo (obviamente) japonés.
También existía en el castillo una escuela militar y de artes marciales. Actualmente, sigue funcionando como escuela de artes marciales, y tiene alumnos de todo el mundo (éste que veis aquí con los pantalones negros era de Boston, por ejemplo).
Y hay también una exposición de trajes de samurais, algunos auténticos y otros reproducciones hechas en la actualidad. El tamaño es real: los samurais de los siglos XVII y XVIII solían tener una estatura en torno a 1,60 (como yo).
Eso sí, de ancho seguro que no me entrarían, jajajaja.
Con los samurais y su vestimenta lo dejamos por hoy.
Continuará... (si no os he matado de aburrimiento 😜😜)
¡Qué manera más chula de empezar la semana compartiendo momentos de este fantástico viaje! Los paisajes son increíbles pero yo me quedo con el baño donde puedes dejar sentado el bebé porque anda que no sufrí cuando polyanna era bebé jejeje
ResponderEliminarBesos y feliz semana,
Palmira
¡Me encanta Marga! Pedazo de viaje te has marcado y no sabes cómo disfruto con tus crónicas.
ResponderEliminarMe encantan los mercados y mercadillos, allá donde voy los busco porque dicen mucho de la zona y porque siempre me vengo cargada, todo hay que decirlo.
Los baños me han dejado impactada. Es curioso lo complicado que es ir a un baño público si eres madre y estás sola con tu bebé, así que ese artilugio para dejarlo totalmente seguro me ha encantado.
Monísimas las niñas haciéndose un selfie ¡y muy a la moda!
Estoy deseando leer la próxima crónica
¡Besos mil!
Es muy curioso de ver estas fotos, es un país muy bonito, con unas costumbres distintas a las nuestras. Esa carne se ve muy tierna.
ResponderEliminarLo que más me ha gustado es la limpieza que se ve no solo en las calles, si no que me ha resultado muy curioso ver esos lavabos públicos tan limpios, parecen de exposición.
Besos.
Hola Marga. Ya veo los lugares que visitas, todos prácticamente a la vuelta de la esquina jj.
ResponderEliminarDisfruto con tus reportajes ya que me permite ver y conocer unos lugares a los que seguro no voy a ir y gracias a ti al menos me hago a la idea de saber que me estoy perdiendo jj.
Japón debe ser una maravilla poder recorrerlo y tu lo haces además por unos lugares que por las fotos que pones ya se ve que son encantadores. Me da la impresión por los viajes que haces que te debes dedicar a eso jj.
Que tengas una estupenda semana que creo no será tan excitante como los días que has pasado en los lugares de este reportaje.
Un abrazo.
Muy buen recorrido , besitos
ResponderEliminarMarga me matas, pero de "envidia" sana, ¡¡qué bonito!! Japón debe ser alucinante, aunque lo tengamos más que visto en documentales y películas, no hay nada como verlo in situ, sigue contándonos tu periplo japonés, por que yo estaré aquí encantada de la vida, que con lo del WC me has dejado flipando, jajajaja..., confieso que cuando estaba deslizando el ratón por la pantalla, y he visto el borde de la tapa del inodoro, pensé: "madrecita que Dios nos coja confesados, a ver que nos enseña ahora", jajajaja...
ResponderEliminarBesos
Mi querida amiga, si la primera parte de tu viaje me gusto no veas esta, que lindeza hasta los baños son una maravilla, de todos los viajes que has hecho que han sido unos cuantos y en todos te he seguido creo que este es uno de los mas bonitos. Mil besicos cielo
ResponderEliminarayyy que chulada me encanta todo, tengo que mirarlo mas detenidamente y tomar nota para mi viaje!! un besitooo
ResponderEliminarOtro reportaje de lujo, me pones los dientes larguísimos. Las fotos son espectaculares.
ResponderEliminarBesitos guapa
Fantástico y sorprendente. Y prácticos que son ellos, no? Por qué nos empeñamos en llenar de muebles las casas, y sobre los muebles adornos y más adornos?? Son otro mundo, nunca mejor dichos.
ResponderEliminarUn besín.
Hola guapísima !!!
ResponderEliminarNecesitaba tener tiempo para venir a ver tu viaje con tranquilidad, ya sabes que los disfruto muchísimo.
Todo todo todo, me encanta Marga. Desde la limpieza que hay por todas partes, el baño, el arnés del niño y los trajes de los samurais. Eso si, yo sentada en el suelo lo iba a pasar fatal. Siempre que veo alguna película o documental donde la posición es en cuclillas o largo tiempo en el suelo, pienso que yo sería un desastre jaja
Qué bonita es la grafía japonesa, y lo difícil que es saber escribir correctamente. Maravillosos los colores otoñales, desde luego habéis acertado de lleno con el viaje en esta ocasión también.
La suerte de haber llegado tan tarde, es que ahora tienes la 3ª parte del viaje publicada y voy de cabeza a leerla.
¡¡ Cómodisfrutopordiosss !!
Besotes mi niña.