Hace ya
mucho tiempo que no publico una crónica viajera (de hecho, me falta incluso la
última del viaje a Colombia). Sigo viajando, pero entre unas cosas y otras he
tenido poco tiempo para escribir, y, sobre todo, una enorme “sequía” de ideas:
me costaba arrancar.
Así que
he decidido ponerme a ello, esperando que “fluya la inspiración” al mismo tiempo
que escribo. La de Colombia la terminaré en otra entrada; ahora vamos con la
primera crónica del viaje de octubre de 2018: la costa Este de Canadá.
He de
decir que ha sido uno de los países que más me ha gustado de los que he
visitado. Quizá por la edad, me van atrayendo más los países en los que puedes
disfrutar de maravillosos paisajes y de interesantes ciudades, pero sabiendo que
te estás moviendo en un entorno relativamente seguro y que, si te pasa algo, podrás
disponer de una atención de primera calidad. Y en Canadá encontrarás precisamente eso; por supuesto, hay barrios “complicados” como
en todos los países, y hay delincuencia, pero es un país bastante seguro, muy limpio
y cuidado, muy abierto, y con muy buena
calidad de vida. Además, en general los canadienses son muy amables y correctos.
El principal
problema a la hora de visitar Canadá se plantea en invierno, porque el clima es
durísimo. Ya en octubre estuvimos algunos días, en la zona de Quebec, por debajo
de los 0º, con algo de nieve, así que os podéis imaginar lo que puede caer en
invierno; de hecho, en el mismo Quebec, cuando me quejaba del frío hablando con
un camarero (estábamos a 0º), éste me contestó, sin inmutarse, “Claro, es que
esto para vosotros es invierno”. Le dije que, entonces, qué era lo que él consideraba
“temperaturas de invierno”, y me respondió que por debajo de 15 grados bajo cero.
Y no son infrecuentes los 20-25 grados bajo cero.
(Me
habría gustado ver su cara si le hubiera dicho que donde yo vivo, en Alicante, “invierno” son 12º, e incluso más, jajajaja).
Hay valientes que viajan en invierno, para vivir la experiencia (me hablaron de unos brasileños que visitaron Toronto en febrero, a -35º, porque querían "conocer lo que era el invierno... y desde luego que lo conocieron).
Para los menos valientes, nos queda el resto del año para visitar el país: en verano las
temperaturas no suelen ser terriblemente altas, la primavera es muy agradable,
y el otoño es una maravilla, una explosión de colores en los bosques y los
campos. En 2018, por lo visto, el frío se anticipó un poquito, pero aun así
pudimos disfrutar del ambiente otoñal.
Nosotros lo visitamos en la segunda quincena de octubre, en pleno otoño. Se recomienda viajar un poco antes (mediados de septiembre-principios de octubre) si se quiere disfrutar plenamente del espectáculo del otoño en todo su esplendor. Nuestra visita fue un pelín más tardía, pero, aun así, mereció la pena.
Canadá
es un país oficialmente bilingüe, las dos lenguas oficiales son el inglés y el
francés. Pero lo cierto es que, en la zona
de Québec, se habla predominantemente francés. La gente más joven, y la que
vive en las ciudades más grandes, o son perfectamente bilingües o hablan muy
bien el inglés. Sin embargo, conforme te vas moviendo por zonas más aisladas, encuentras
más personas -incluso jóvenes- que sólo hablan francés, o que tienen un
conocimiento muy rudimentario del inglés.
Como ya
he comentado, en este viaje nos centramos en la costa Este: Canadá es un país
enorme, así que hemos preferido reservar la costa del Pacífico y la zona de las
Montañas Rocosas para otra ocasión, por razones de tiempo.
Empiezo
la crónica por Montréal. Esta ciudad es la capital de la provincia de Québec. Tanto Québec como Montréal son ciudades bastante “europeas” para
lo que es normal encontrarse en Norteamérica, lo que puede resultar inicialmente sorprendente.
El clima en las dos es MUY frío (sobre
todo en Québec), pero, a pesar de ello, son ciudades con mucha vida, incluso
nocturna, según dicen.
Así que
vamos con Montréal… y empezamos nuestro recorrido con una vista desde el aire.
Nos
alojamos en el hotel Delta, de la cadena Marriott. Cómodo, y bien situado.
Dos
comentarios: 1)En prácticamente todos los hoteles en que nos alojamos, las
habitaciones tenían dos camas, no cama de matrimonio. Eso sí, grandísimas y
comodísimas. Y 2) Sólo en uno de ellos había gel de baño; ponen champú,
acondicionador, y jabón en pastilla, pero no gel. Así que, si preferís ducharos
con gel y no con pastilla de jabón, os lo tendréis que llevar de casa.
Vamos a
dar un pequeño paseo por el centro histórico.
Ésta es la basílica-catedral Marie Reine Du Monde, una pequeña copia de la basílica de San Pedro de Roma.
Como
veis, coexisten los edificios más tradicionales y de estilo más europeo con los
más modernos.
La
calle principal se llama Rue Sainte Catherine, y en torno a ella encontramos
tanto la zona comercial como la de ocio, el barrio gay, la zona de bares, clubs
de jazz (en Montréal se celebra todos los veranos un importantísimo festival de
jazz, y hay mucha afición a este tipo de música).
De la marcha no os puedo
hablar porque últimamente estoy muy poco noctámbula, y porque la primera noche que pasamos allí estaba muy cansada, y la segunda se puso a nevar (y eso que era 18 de octubre) y se nos quitaron las ganas de andar por ahí circulando, pero las referencias son
buenas. Sí, a pesar del frío, Montréal es una ciudad animada.
Ésta es
una escultura de cristal, cuyo autor es Dale Chihuly, escultor especializado en
trabajos de vidrio soplado.
Está
colocada en la entrada del Museo de Bellas Artes de Montréal, pero, según nos
explicaron, en cuanto empieza la temporada de nevadas la retiran al interior: el
vidrio soplado es demasiado delicado para soportar el peso de la nieve, y podría romperse.
Hay algo
muy característico de la ciudad de Montréal, y es el RESO.
Se
trata de una especie de “ciudad subterránea”; es decir, una serie de pasadizos
y calles “a cubierto” o bajo tierra (unos están a nivel de la calle, pero cubiertos, y otros son subterráneos), que, junto con el metro, enlazan los principales
centros comerciales, las zonas de ocio, y las zonas de oficinas y centros financieros.
Esta foto, concretamente, corresponde a la zona del Montréal World Trade Centre.
Ni que
decir tiene que los pasadizos y calles están inmaculadamente limpios (no hay
papeles en el suelo, “graffiti” ni pintadas) y cuentan con vigilancia. Además,
en ellos hay también tiendas, cafeterías, restaurantes…
Y, en
una de las calles, hay hasta un pedazo del muro de Berlín.
No hay que
olvidar que Montréal es una ciudad de clima muy duro, donde en invierno no es
raro que el termómetro no suba de 20 grados bajo cero (e incluso menos), y donde nieva y llueve con frecuencia,
con lo cual esta red subterránea resulta sumamente práctica y cómoda para moverse por la ciudad y poder pasear,
tomar un café, desplazarse a hacer gestiones… sin utilizar coche y sin quedarse
absolutamente congelado. Los de Montréal
dicen que también es práctico en verano, para evitar el “calor”, y seguro que
para ellos lo es, aunque, para los del centro y sur de España, una temperatura
media de 26º en julio (según dice internet) no resulte precisamente excesiva.
Pero todo es relativo, jajaja.
Como en
todo viaje, habrá que comer. Y la gastronomía, tanto de Montréal como de Québec
en general, es “contundente”, adecuada para el clima frío, y con mucha
influencia de la cocina francesa.
Ya
hablaré más de esa influencia francesa en la entrada de Québec. De momento, os
traigo dos de los platos más típicos de Montréal (y de la región entera): el primero de ellos es la “Poutine”,
que, básicamente, consiste en patatas fritas, con una salsa especial de carne, y queso “en grano” (un queso fresco, tipo mozzarella
o cheddar poco curado).
Ésa es
la base: después se le puede añadir paté, carne… cada restaurante tiene sus
propias especialidades. La de la foto lleva paté.
Está
riquísimo, pero no es precisamente un plato “de dieta”, y llena mucho. Así que
os recomiendo que pidáis una ración para compartir, porque, eso sí, hay que
probarlo, jejeje). En general, las raciones en Canadá son bastante generosas:
si sois de poco comer o no queréis engordar, os tocará pedir medias raciones
cuando sea posible, o compartir plato).
Pero es excelente para llenar el estómago en los días fríos, y por poco dinero (en la versión original, las que llevan paté y demás son más caras).
Os dejo
la receta, tomada de internet. Me encanta, pero no es un plato que pueda yo
hacer en casa y subir al blog, con diabéticos y personas con problemas de kilos en la familia, así que os la pongo para que los que no tengáis esos "problemas" la probéis, si queréis.
Y, continuando
con los platos “ligeritos y de dieta”, os traigo ahora el “Smoked Meat Sandwich”,
un sándwich de carne ahumada, como el pastrami.
Lo
tomamos en “Reuben’s”, un restaurante muy recomendable, especializado en este
tipo de sándwich, y en carnes en general. Insisto: las raciones son GIGANTES,
pero todo está buenísimo.
Aquí tenéis uno de sus postres: la tarta de queso (también "pequeñita", como veis).
Aquí tenéis uno de sus postres: la tarta de queso (también "pequeñita", como veis).
Con este tamaño de raciones, queda claro que habrá que bajar la comida 😜. Para ello, y para disfrutar de las mejores vistas de la ciudad, es una buena idea subir al mirador del parque Mont
Royal (el monte que dio nombre a la ciudad).
Es un paseo muy agradable: en
otoño, se puede disfrutar del colorido de los árboles mientras se camina hasta el chalet-mirador.
Allí gozaremos de vistas como éstas:
El parque ofrece muchas actividades, que podéis ver en su página web.
Si os gustan los mercados, no os podéis perder el Mercado Jean Talon, que también está en una zona céntrica.
Es un mercado cuidadísimo, inmaculadamente limpio, en el que cada puesto es un espectáculo de color, con frutas y verduras de la zona, o más exóticas.
¿Os podéis creer que nunca había visto las coles de Bruselas "en rama"?.
También se venden panes, repostería, quesos, charcutería... y hay pequeños restaurantitos y cafés para "reponer fuerzas".
Ah, y por supuesto, venden sirope de arce, y toda la variedad de productos que con él se elaboran.
Y cómo no, calabazas, que cuando lo visitamos estaba ya cerca Halloween.
Y no podemos abandonar Montréal sin una visita a la iglesia de Notre Dame, una de las iglesias más importantes de la ciudad, de estilo neogótico, que data de principios del siglo XIX (aunque anteriormente hubo otra iglesia en el mismo lugar).
Un edificio contiguo a la iglesia: el Seminario Viejo de Saint-Sulpice.
La decoración del interior es muy espectacular, y está inspirada en la Sainte-Chapelle de París.
Otro plano:
Vista del órgano. Es de excelente calidad, y en la iglesia se dan importantes conciertos y festivales de órgano.
En esta iglesia se han representado distintos espectáculos de luz y sonido. Nosotros asistimos al titulado "Aura".
Confieso que no las tenía todas conmigo, pensaba que podría ser muy "Disney", o muy pasteloso, no sé si me explico bien. Y me equivoqué, es realmente impresionante, algo que uno no debe perderse si visita esta ciudad.
Durante el espectáculo no se permite grabar vídeos, así que he tenido que recurrir a internet para compartir con vosotros un poquito de esta experiencia. Este vídeo es un pequeño resumen (subí otro mejor, pero lo borraron de Youtube); el espectáculo dura 20 minutos, pero os aseguro que se pierde la noción del tiempo.
Con este vídeo os dejo. Espero que os haya gustado esta entrada viajera.
Continuará...
Tus viajes son de envidia, te voy siguiendo por Instagram, cuando veo esas fotos tan estupendas me imagino lo bueno del mundo, ya sea en Canadá o en Sevilla, que todo es digno de ver. Enhorabuena por emplear tan bien tu tiempo.
ResponderEliminarUn beso.
Que bonito me encantaria verlo besitos
ResponderEliminarMorguix!!....sigues viajera....que alegria...y si el invierno es duro pero uno se acostumbra a todo....te lo digo yo que vivi casi 18 agnos y algunos inviernos llegamos a -50C!! (no es normal pero ocurria).....y ahora en nuevo pais....de a poco volviendo....te estare visitando mas seguido porque estoy pensando en una thermomix....y cuando pienso en ella .....pienso en tus recetas!!.....esperamos mas de tu viaje por Canada!......thermomix
ResponderEliminarHola, Marga:
ResponderEliminar¿Cómo estás? Espero que muy bien.
Cómo me gusta leer tus entradas de viajes. No conocía nada de Canadá. Los colores de los árboles son preciosos. Interesante lo que comentas de la "ciudad subterránea". La limpieza hace que un país resulte más interesante cuando lo visitas. Otros, con los olores y acumulación de suciedad no motivan para realizar una nueva visita. ¡Qué colores en los puestos del mercado! Traspasan la pantalla. La comida me ha dejado con la boca abierta de la sorpresa. ¡Vaya platos más generosos! Y el sandwich, ¡madre del amor hermoso! ¡Qué cantidad de carne! Me da empacho verlo. ¡Ja, ja, ja...! La arquitectura, sea copia o no, a mí me vuelve loca. ¡Precioso! Lo del frío sí que pienso que lo pasaría mal. Para mí frío son 6º y calor 23º Por debajo o por encima, no lo llevo muy bien. Me da que no me voy a ir a vivir a Canadá. ¡Gracias por compartir una experiencia tan bonita, Marga!
Aprovecho para invitarte a que veas los cambios de mi blog, ya que por fin he finalizado la migración a una nueva plataforma. Espero que te guste y seguir contando con tus visitas como antes, y que en cuanto estén habilitadas las suscripciones, cuente con la tuya ;-) Te dejo el enlace porque se están actualizando los robots y puede dar errores www.comerespecial.com
Un beso enorme y feliz Semana Santa,
Rosa
Qué fotografías tan bonitas!!! Un viaje estupendo y esa comida, muy apetecible.
ResponderEliminarBesitos guapa
Marga qué bonito tu viaje, aunque he visto algunas fotos en IG, me parece mejor que lo cuentes aquí, con todo lujo de detalles, hasta de lo que puedes encontrar en cuanto a comida, no me extraña que seamos uno de los países con mejor oferta gastronómica turística, porque nuestra dieta mediterránea es incomparable, y eso que yo soy de buen comer, pero ver así los platos “embrutecíos” con tanta comida, da un poco de no sé qué, Jajajaja.
ResponderEliminarLo que más me ha gustado son las calabazas, y esos colores de los árboles, bueno el mercado en general es precioso. Y la galería subterránea ¡qué pasada!
Besos
Hola!! Québien poder viejar tanto, a estos lugares tan diferentes a los que vivimos. Gracias por compartirlo con nosotras Marga, siempre es un placer leerte. Sólo conozco canadá en los reportajes que he podido ver y siempre me ha llamdo la ateención este país. Aunque lo del frío no lo llevaría bien, jejejeje!!
ResponderEliminarMe preguntas en mi blog poe nuestro proyecto de En Buena Onda. Claro que puedes participar, todo el mundo está invitado y para Mariisa y para mí sería un placer tenerte con tus recetas. Tienes todo el mes para hacerlo, con los ingredientes que quieras. Sólo tienes que poner el logo y enlazarnos. Dejamos una link al final de nuestros post, en el primero de cada mes donde puedes colgar la receta.Es muy simple, pero para cualquier duda me dices. Muchas gracias Marga, un beso!!!!
Hola Marga. Ya me extrañaba no ver algún reportaje sobre tus viajes y con este que nos muestras nos dejas unas fotos estupendas que nos permiten conocer aunque sea a través de ellas unos lugares que, al menos por mi parte, no podré visitar.
ResponderEliminarAl leerte has hecho recordar algo que nos contó mi cuñado cuando estuvo ahí. Y es esa zona subterránea que tú la llamas el RESO. Nos contó que dispone de todo lo que quieras encontrar y que lo bueno es que está protegida de las inclemencias del tiempo, el también estuvo en invierno y creo que más tarde que tú, así que seguro pasó bastante más frío jj.
Ya veo, por las fotos, que la comida no se distingue por sus bajas calorías jj ¡menudo trozo de tarta de queso! Con ese trozo tengo para todos los postres de una semana jj.
Me alegro de que lo pasaras muy bien, la imagen de tu cara así lo dice jj.
Un abrazo.
Me encanta cómo nos haces partícipes de tus viajes, con tus maravillosos comentarios y tus fantásticas fotografías. Un enorme abrazo y el deseo de que sigas haciendo tan bien de reportera para todos nosotros. Bss
ResponderEliminar